Saturday, December 23, 2006

LA MUERTE DE UN AGRICULTOR. La luz ambarina irrumpía el ambiente triste, penetrando a través de los cristales y haciendo visibles ligeras motas de polvo. Era una casa adentrada en el bosque, bajo los extensos ramales, y que construida bajo un techado de ramas secas, brillaba entre las luces del atardecer emitiendo leves destellos dorados. Una pequeña jarra cuyo interior había sido colmado de agua, reposaba en el alféizar de la ventana más pequeña de la casa, templándose. Mientras, un anciano de rostro arrugado descansaba entre telas y paños sobre un lecho de paja. La luminosidad era menor a medida que los rayos del sol sucumbían tras el horizonte dando paso a la cálida noche. ––El agua está preparada, templada y agradable. ––No la quiero. ––La comida también lo está. ––Tampoco la quiero. Una muchacha de aspecto joven tomó un taburete y se sentó junto al malhumorado que sostenía un trapo entre sus manos. Tenía rostro afable, pero también sucio y oscuro, probablemente, resultado de un largo día de trabajo en la siembra. Cogió el paño húmedo que el anciano mantenía y le colocó uno nuevo en su frente sudorosa. Intentó arrimarle lo que parecía un cuenco de avena, pero el hombre lo apartó con las manos temblorosas. ––Te he dicho que no lo quiero ––renegó con el entrecejo fruncido. ––Tienes que hacerlo, padre ––la voz de la muchacha denotaba preocupación. Tu siempre tan responsable, tan obediente..... ¿Cómo ha ido la siembra esta mañana? ––Bien ––contestó en seco la joven––. ¿Qué ocurre, padre? ––Tú nunca quisiste ver el lado malo de las cosas. La muchacha fijó su mirada en el exterior: un cielo violáceo y una luna rojiza. Sus ojos brillaban junto con los cirios. ––¿Cómo qué? ––Esta situación. ––Padre, solo tienes fiebre. ––La muchacha intentaba relajarse. ––Mi cuerpo no responde, y puede que mañana no lo haga mi cabeza..... ––Mañana en la madrugada continuarás con tus tareas de siempre ––afirmó la joven muy convencida. El hombre no respondió, dejó caer su cabeza sobre la almohada rígida y su piel adquirió un tono níveo. ––Espero que descanses ––suspiró la hija. Seguidamente apoyó sus labios rojos sobre la frente del anciano. Aquello fue lo último que sentiría. ––Esto que he escrito y que, posteriormente, he publicado en el blog no es más que un breve relato mandado componer en clase de lengua, cuya extensión no debería ser demasiado larga. Parte de las descripciones que habéis leído no fueron incluidas en el primer texto escrito, por lo que he decidido exponer el original que espero, sinceramente, que os haya gustado. Alejandro C.H 4º ESO A

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